Lo primero que los padres deben comprender en cuanto a las almohadas de sus hijos su primera etapa. Durante los primeros meses, o incluso años de vida, las mismas no se necesitan. No tiene que ver nada con cuestión de presupuesto o negarles algo, simplemente no la requieren. De hecho no es recomendada por algunas razones que son obligatorias de conocer.
Los bebés no necesitan almohadas en principio porque son dañinas para su salud. Los pequeños a esa edad tienen su columna muy delicada por lo que la recomendación es la rectitud. La idea es que duerman de forma firme y para ello el colchón hace el trabajo por completo. Al incluirla solo aumentaremos la posibilidad de que crezcan con problemas en su cuerpo.
Por otra parte el usar almohadas también aumenta el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante. Esto porque al moverse pueden encontrarse con la misma y al no recuperar su posición inicial hay la posibilidad de ahogo. Por esta razón también es importante que duerman siempre boca arriba, de este modo se evitan muchos problemas. Por lo que la almohada no debe formar parte de la vida cotidiana del pequeño hasta más adelante.
De hecho el prescindir de la almohada en la vida de tu hijo no solo es en cuanto a su tiempo de descanso. De igual manera se debe evitar que la misma forme parte de su entorno, sea en cuna o corral. Esto sobre todo cuando los bebés están más grandes y pueden manipularlas con mayor facilidad. La idea es evitar en gran medida los accidentes, por más que parezca exagerado.
La almohada perfecta para mi hijo menor de 3 años
Cuando pasan del año y medio ya se puede comenzar a seleccionar una almohada adecuada. En el caso de niños menores a 3 años las características serán distintas a si son para más grandes. Lo primero que hay que saber es no es obligatorio, por lo que da igual si a tiene o no. Esto por es una edad en la que se mueven mucho, por lo que quizás no la usen demasiado.
Lo mejor es que la almohada sea bastante fina a esta edad. Esto porque para evitar dolores de cuello más adelante. Es realmente importante que la misma sea firme y le aporte estabilidad. De esta forma cuando se use será mucho más confortable y en caso de que no la quieran la podrán dejar de lado fácilmente.
El algodón es el material más apropiado en este tipo de casos. Todo debido a que causa menos alergias y nuevamente es mucho más firme. En el exterior espuma hipoalérgica es lo más apropiado. Esto porque ayuda a evitar las alergias, lo que es sumamente importante a esta edad.
Lo más grandes también tienen su almohada
Cuando sobrepasan los tres años es momento de realizar otro cambio con respecto a la almohada de tu hijo. En este caso los niños ya tienen mayor estabilidad al dormir, por lo que no se mueven tanto. Esto quiere decir que en ese momento si necesitan una que los ayude a descansar de la forma correcta. La idea es que sus noches de sueños sean completamente confortables y que esta no represente un obstáculo para ello.
Si tu hijo duerme boca arriba regularmente lo mejor para él son las almohadas en forma de mariposas. Las mismas le dan una mayor estabilidad a la parte posterior de la cabeza y con ello descansaran mejor. En el caso de que la posición sea contraria, lo cual no es recomendable para sus cervicales, se mantendrá la almohada fina. Esto último para evitar problemas y dolores posteriores, aunque lo más recomendable es cambiar su colocación.
Los que duermen mayormente de lado también necesitan su propio tipo en específico. Lo niños que prefieren esta posición necesitan una almohada que les ayude a alinear su columna. La idea es que todo este de forma recta, incluyendo su cabeza para llegar a mejor descanso. Esto se logra con una almohada firme y con un grosor pertinente, adecuado a la edad del pequeño.
La almohada perfecta para tu hijo es aquella apropiada para su edad y la etapa por la que está pasando. Hay que recordar que la misma requiere de un cambio mínimo una vez al año. Esto último para garantizar su limpieza y el evitar problemas causados por microorganismo indeseados. La idea es que nada interrumpa el descanso del niño en ningún momento, de este modo se contribuye a un mejor desarrollo a medida que va creciendo.