La cama es ese plácido lugar donde nos disponemos a descansar, o tener relaciones sexuales, pero también algunas personas acostumbran estudiar o hasta comer acostados. Por otra parte, es engorroso el trabajo de tener que cambiar las sábanas, y ni qué decir lavarlas o tenderlas, pues hay que disponer de tiempo, paciencia y los recursos adecuados para realizar su limpieza. Además, ¿cuál es la frecuencia adecuada para hacerlo? Seguramente recordarás la práctica de tu mamá o tu abuela y eso habrás tomado como regla general, o quizás te estés dando más libertades a la hora de mantener limpia tu ropa de cama, ahora bien ¿cuál es la verdad?
¿QUÉ OPINAN EL RESTO DE LAS MUJERES?
No hay nada como consultar la sabiduría de las amas de casa, esas de toda la vida que han aprendido a base de experiencias y de compartir con otras amas de casa de distintas generaciones, dado que generalmente son las encargadas de la limpieza del hogar y el lavado de todas las prendas, la revista Women’s Health encuestó a sus casi 1200 lectoras, de todas ellas suponiendo de buena fe que han contestado sinceramente: el 44% contó cambiar las sábanas una vez por semana, un 31% dijo dos veces al mes (cada quince días) y un 16% admitió no hacerlo casi nunca para el escozor de bacteriólogos e inmunólogos. Pero ¿cuál es el problema?
¿POR QUÉ SE DEBEN LAVAR LAS SÁBANAS?
Para empezar hay que establecer una serie de cosas lógicas que puede que no te hayas detenido a pensar, y es que en las sábanas quedan todos los residuos acumulados con los que está en contacto la piel, digamos que si nos resulta normal bañarnos todos los días para evitar la proliferación de bacterias, microorganismos y desprendernos de la piel muerta, somos conscientes en cierta medida que nuestra ropa de cama es caldo de cultivo para los mismos. Independientemente que nos bañemos por la mañana o por la noche (pero un poco más si somos de los matutinos), la piel acumula polución, bacterias, microorganismos, sudor, fluidos corporales que incluso se segregan al dormir y demás residuos de cremas o cosméticos.
Nuestras excreciones corporales sobre todo, como las manchas de sangre de la menstruación, o nuestras heridas o el sangrado de la nariz, así como la saliva que solemos expulsar mientras dormimos, o la eyaculación, son alimento de chinches, pulgas u otros insectos que pueden afectar a nuestro hogar. Sin contar con lo que ocurre cuando tenemos animales en casa, y con los restos de comida que pueden quedar si encima comemos en la cama. Los ácaros, por ejemplo, se alimentan del sudor humano. Un estudio de la Universidad de Kingston (Inglaterra) determinó que en una cama promedio viven alrededor de 1.5 millones de ácaros, éstos pequeños insectos son los responsables de las famosas alergias o infecciones respiratorias estacionales, así como del taponamiento nasal, estornudos, picor e incluso el asma, se alimentan de la piel muerta y demás sustancias de desecho del cuerpo debidas a la regeneración celular.
LA FRECUENCIA RECOMENDADA PARA CAMBIAR LAS SÁBANAS
Teniendo en cuenta condiciones normales, es decir, sin ningún accidente nocturno o secreción involuntaria de fluidos o sudor excesivo o enfermedad, expertos como el doctor Philip Tierno Jr., director de microbiología clínica e inmunología en el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York, considera que “Como mínimo, habría que lavar las sábanas una vez a la semana”. Si dormimos desnudos (especialmente en verano) o estamos enfermos, es recomendable cambiarlas aún más seguido. También cabe destacar que si hay alguna emisión nocturna de fluidos, amanecemos muy sudados o nos acostamos muy sucios, es lo mejor cambiar las sábanas inmediatamente, así como cuando los niños amanecen mojados.
Aunque quizás esta frecuencia resulte algo engorrosa, se puede prevenir al tener al menos 3 juegos de sábanas y fundas para contar con uno en la cama, uno para reponer y uno que quede en la lavandería.
Conviene contar siempre con un par de juegos de sábanas extra como mínimo, para poder ir alternando y lavar las sábanas cada semana. Es una inversión que, sin duda, vamos a agradecer, porque está en juego nuestra salud.
¿QUÉ PASA SI NO CAMBIAMOS LAS SÁBANAS?
Si optamos por no cambiar las sábanas regularmente, estamos literalmente jugando con fuego, ya que puede tener consecuencias negativas para la salud de nuestro organismo. Podemos adquirir patologías infecciosas como hongos tanto en los pies como en la zona íntima; en el caso de las heridas abiertas, no solo que podemos manchar las sábanas como se explicó anteriormente, sino que la suciedad y bacterias de las mismas puede ocasionar infecciones, también la persona es más propensa a contraer enfermedades virales al dormir en sábanas sucias o a que proliferen las alergias si se trata de personas alérgicas al polen y/o los ácaros, o que poseen problemas respiratorios.
¿CÓMO LAVAR LAS SÁBANAS?
Como hemos dicho, las sábanas son el hogar de ácaros, bacterias y microorganismos, el lecho final de nuestras células muertas, cabello y demás residuos que pueda tener la piel, sin contar con que podemos caminar descalzos por nuestra casa y acostarnos con tierra en los pies.
Aunque cambiar las sábanas es el primer paso para una higiene más completa, no tiene demasiado sentido si no lo hacemos de manera correcta, lo cual a veces es un misterio. Si queremos estar seguros de eliminar los habitantes indeseados de nuestras sábanas debemos lavar las sábanas a una temperatura no menor a 60°, recién a esta temperatura las bacterias y microorganismos más comunes en las sábanas mueren y la limpieza es completa. Si lavamos las sábanas con el agua entre 30° y 40°, no solo los gérmenes no morirán, sino que es la temperatura propicia para fomentar su reproducción.
Por eso mismo es conveniente realizar el lavado de las sábanas aparte o junto con las toallas, utilizar jabones o detergentes idóneos que no agredan la piel, una temperatura correcta, no dejar estancar las sábanas y toallas demasiado tiempo en la lavadora, y si de evitar la suciedad se trata, siempre es recomendable tomar un baño antes de dormir.